Por Asociación Amigos del FADER.
El 11 de abril de 1882 nace Fernando Fader en la ciudad de Burdeos, Departamento de la Gironde, Francia, en casa de su abuelo materno, Pedro Adolfo Bonneval. Su padre, Carlos Cristian Fader (1844-1905), es Ingeniero Naval de origen alemán y reside en la Argentina desde 1868. Su madre, la vizcondesa Celia Bonneval (1846- 1919) es de origen francés y descendientes de los Condes de Delor. Tiene cinco hermanos varones: Carlos (1873-1928), ingeniero; Enrique ( 1874-1961), ingeniero mecánico y traductor público; Adolfo ( 1876-1928), ingeniero químico; Luis (1878-1940), funcionario público y Federico ( 1880-1934), funcionario del Banco Alemán Transatlántico. Algunos ubican su nacimiento en Alemania pero el propio Fernando Fader, por su aquerenciada simpatía por el terruño cuyano dice la respecto: “ se equivocan los unos y los otros, he nacido en Mendoza, donde viví hasta marchar a Europa”. Lo cierto es que siempre se lo ha conocido como el pintor mendocino.
“El arte es una revelación que no obedece llamados. Es únicamente alcanzable para aquel que conoce las mezclas y ninguna libertad irrestricta. Eso es el arte”.
En 1888, con solo seis años de edad, es enviado con sus hermanos a Europa para recibir una educación adecuada. Realiza sus estudios primarios en Francia y el bachillerato en Alemania, en el Liceo del Palatinado. En 1898, regresa a la Argentina con su certificado y se instalan todos reunidos en Mendoza.
En 1900, viaja a Alemania decidido a estudiar pintura.
“…. mi padre se proponía hacer de mi un ingeniero; él lo era, mis hermanos también. Yo he querido ser pintor; más bien lo quiso algo que hablaba muy hondo en mi alma. Y por este imperativo, creo haber sido pintor antes de pintar”.
Entre 1901 y 1904, ingresa con diecinueve años en la Escuela de Bellas Artes de Munich.
Viaja a Rusia, Hamburgo y París. Concluye su etapa de aprendizaje en la Academia, obteniendo en el concurso organizado por esa institución una Medalla de Plata por su obra “La Comida de los cerdos” y una mención por el óleo “Mi Perro”.
“…. para entenderse con la obra de arte, con conciencia, hay que saber olvidar en presencia de ella, todo lo que ha leído, todo lo que ha oído y ponerse así, en condiciones vírgenes de recibir la emoción que de la obra emana”.
En 1904 regresa a Mendoza y allí lleva a cabo su primer exposición en el Club Español (la citada muestra aún no ha podido ser documentada).
“…..vivo en un país de ensueño donde todo lo soy yo, donde la religión es la creencia en mí, donde la ley es sinceridad conmigo, donde la justicia no existe por inútil y donde la bondad es la suprema felicidad”.
En 1905, Fader crea una academia de pintura en Mendoza. El 5 de Abril muere su padre Carlos Fader, y sus hermanos le otorgan a él la conducción de la empresa familiar en Cacheuta.
“ Mi país no tiene otro almanaque que el pasar de los años, que son segundos y siglos, y cuyo tiempo es tan variado como el estado de ánimo del mismo, que engendra las fuerzas misteriosas de la evolución ininterrumpida y donde las visiones determinan la labor febriciente y donde el trabajo material es un placer”.
En noviembre presenta su primera exposición en Buenos Aires, en el salón Costa. Expone 54 obras elaboradas en Europa y Argentina.
Luego, comienza la decoración mural de la casa veraniega de Don Emiliano Guiñazú, ubicada en Luján de Cuyo ( actual Museo Provincial de Bellas Artes “Emiliano Guiñazú, Casa Fader”).
“Estoy íntimamente convenido que toda personalidad creadora, es esencialmente excluyente y aristócrata, hosco si es necesario y tímido de profundo sentimiento, de íntima moralidad. Luego, hostil como las flores que cubren su arranque de espinas”.
En 1906, realiza la segunda exposición individual en el salón Costa de Buenos Aires con 59 obras. Fader ilustra el catálogo de la muestra y el Presidente de la República, José Figueroa Alcorta, asiste a la inauguración. El 29 de agosto se casa con Adela Guiñazú, hija mayor de Don Emiliano Guiñazú.
“Una mujer es linda para mí, si coloca delante de mi tela, me despierta un anhelo imperativo y obsedante, el de pintarla”.
En 1907 integra el grupo Nexus junto con Césareo Bernaldo de Quirós, Carlos Ripamonte, Pío Collivadino, Alberto Rossi, Justo Lynch y Arturo Dresco. Fader participa en dos exposiciones colectivas con este Grupo. En la misma época presenta también dos exposiciones en la Galería Witcomb.
“El arte es una abstracción, mientras es la técnica es solo un conjunto de reglas experimentales de la cual podría prescindir solo después de haberla adquirido y dominado…”
En 1908, año de construcción de la Usina Hidroeléctrica, viaja frecuentemente a Buenos Aires. Entre 1909 y 1914, encontramos a Fader cada vez más ocupado en su actividad como empresario.
Con éxito temprano, termina sin embargo en la pérdida total de su fortuna personal, la de su esposa y la de su familia por diferentes circunstancias. Se traslada a la capital con su mujer e hijos y reinicia su carrera artística.
“Me despojaron de mis bienes y los de mi familia, en pleno día y a la sombra de la justicia, que de ser justicia diera sombra. Mi pobre madre que es más anciana, sufre aún por ello”.
En 1914 se presenta en el IV Salón Nacional con dos obras: Vuelta al Pueblo y Los Mantones de Manila. Por este último, le otorgan el Premio Adquisición que comparte con Ernesto de la Cárcova. Consistía en la suma de $3000 pero, como constaba en el catálogo, su obra había sido valuada en $6000, el pintor rechaza entonces el premio y retira su obra.
“…. uno puede vencer algo si tiene la fuerza más fuerte que la fuerza misma. Y lograr esto es un deber, una obligación que se debe cumplir para llegar al arte”.
En 1915, participa en la Exposición Internacional de California y obtiene el Primer Premio y Medalla de Oro con la obra “ La comida de los cerdos”. El Museo Nacional de Bellas Artes adquiere ese cuadro para su colección. Conoce al galerista Federico Müller quien le asegura una renta mensual de $500 mientras Fader trata de recomponer su situación económica. Desde entonces, será su galerista salvo breves períodos de ruptura.
“Todo lo que uno conquista espiritualmente, es de su propiedad. ¡Ved, oh artistas! A los que la naturaleza les dio la fuerza para reconocer esto, puesto que allí está el arte nacional”.
En 1916, una operación de apendicitis revela un tumor y, por consejo de sus médicos, se traslada junto con su familia a Deán Funes, en Córdoba. En septiembre inaugura su Primera Exposición Individual en la galería de Müller con 29 obras.
En los años siguientes tratará de ganar nuevos mercados en el exterior.
“Tengo entendido que cualquier persona distingue entre un cielo de día y un cielo de noche. Lo que no percibe todo el mundo es la inagotable riqueza de tonos dentro del espacio que se levanta por encima del horizonte y que estando allá, nos envuelve dondequiera que estemos”.
En 1917 pinta la serie “La vida de un día” (ocho telas). En septiembre asiste a la inauguración de su exposición individual en la Galería de Müller. El éxito de ventas es inmediato aunque su pintura ha sido siempre de elevados precios y ha tenido un logro de ventas infrecuente.
“La obra de arte, y más que cualquier otra, el cuadro, es síntesis, es concentración, es interés acumulado en un instante, en un rayo de luz, en un movimiento, en un efecto”.
En 1918, la comisión Municipal de Bellas Artes de Rosario adquiere “La vida de un día”. El pintor compra su “fordicto”, indispensable para sus salidas en busca de paisajes y motivos cordobeses. En noviembre se instala en la propiedad de Loza Corral, donde viviría hasta su muerte.
“La línea, la distinción, el encanto de la armonía personal es obra del arte, que es espíritu y no de la perspectiva, que es canon”.
En 1919 construye la “Casa Grande” e inicia la serie de paisajes en los alrededores de Loza Corral. Presenta una exposición individual en Buenos Aires con un éxito total: la venta de los seis (6) óleos expuestos.
“Cada año mueren las hojas de otro modo, visten de otro color, y si caen después de una lluvia de otoño, más profundamente se hunden, se diría empapadas en lágrimas.”
En 1921, ante la imposibilidad de pintar paisajes por la inclemencia del tiempos y sus problemas de salud, que comienzan a ser más frecuentes, Fader realiza una serie importante de desnudos femeninos. Su esposa Adela, embarazada, y sus dos hijos se instalan en Buenos Aires para esperar el nacimiento de Adelita y para que los varones puedan tener instrucción primaria. Fader comienza a viajar con mayor asiduidad a Buenos Aires.
“Hay que buscar el alma de las cosas en su misterio, en los tonos que no se destacan, en las tenuidades fugitivas”.
En 1922 nace Adela, su tercera hija. Realiza su exposición individual de septiembre en la Galería Müller con 17 obras de las cuales 16 son vendidas. Ese mismo año concurre a la exposición internacional de Río de Janeiro con su obra “Tarde de Otoño”.
“Cuando miro la naturaleza, una piedra, un tronco de árbol, una vaca o un cerdo, lo miro ya pintando, vale decir, tamizado por mi espíritu pictórico”.
En 1923, la situación de Müller no le permite hacer frente a los pedidos de dinero de Fader. El epistolario de principios de año anuncia la primera crisis entre ambos. Hacia fines de octubre, tras una nueva muestra individual en la Galería Müller, la relación se recompone.
“La pintura es un sentimiento, exclusivamente íntimo, como todos los sentimientos, reflejado en una tela”.
Entre 1924 y 1929, continúa con sus exposiciones anuales pero su salud es cada vez más precaria. Enrique Prins, Vicepresidente 2º de amigos del arte, organiza la primera exposición retrospectiva de Fader con 43 obras que van desde 1915 hasta 1924. En octubre de 1926, Müller inaugura su nuevo local con una nueva exposición individual del artista que cuenta con gran éxito de público, de críticas y de ventas.
Al año siguiente, Fader asiste a la inauguración de su muestra individual en la Galería Müller. Participa de un almuerzo de camaradería organizado por sus ex integrantes del Grupo Nexus al cumplirse 20 años de su formación y de su primera exposición colectiva. Su salud se resiente día a día.
“Mis casa son ranchos blancos, que a la hora del crepúsculo recogen los últimos rayos de luz para irradiarlos luego del modo más fantástico, como una flor que al agonizar exhala su más íntimo perfume”.
En 1930, no puede asistir por problemas de salud a la exposición individual en la Galería Müller, en la cual presenta obras que constituyen el resultado de su penúltima salida de verano por la campaña cordobesa. Nuevamente goza de un éxito total.
“Tengo mi camino y voy a pie. De todas maneras el que debe llegar, llegara lo mismo… y me sonrío.”
En 1931 viaja a las playas (Guasapampa) con su hijo Raúl. A mediados de año, cae nuevamente enfermo y Adela y sus hijos viajan a acompañarlo, también el galerista Müller pasa unos días allí. Comienzan hablar de la posibilidad de hacer un libro sobre la obra de Fader en Nordiska.
“Yo no tengo necesidad de decirle que es lo que tienen que pintar. Solamente abrid vuestros ojos y ved vuestra patria. Eso es arte.”
En 1932, con la presencia del Presidente de la República y el Embajador de Alemania, se inaugura una exposición retrospectiva de 119 obras en el Palais de Glace. Fader había cumplido 50 años.
“Lo que sería injusto negar a nuestros críticos, es una habilidad realmente asombrosa: la de equivocarse siempre.”
En 1933, Fader es internado en el sanatorio de Ascochinga. Su amigo Muller lo visita. Ese mismo año se publica una monografía sobre su vida y su obra realizada por Enrique Prins. Nuevamente se lleva a cabo una exposición retrospectiva con 16 obras en la Galería Müller.
“Creo que el arte es la percepción de una intención y no la percepción de la belleza”.
En 1934, su salud mejora levemente. Se cree que en este momento pinta los murales inconclusos de Loza Corral. Pasa con su familia una temporada en Deán Funes.
“El pintor necesita como todo artista haber sentido mucho, haber vivido intensamente, haber sufrido; quizás esto último mas que todo, como que la verdadera belleza esta siempre mezclada al dolor”.
El 28 de febrero de 1935 muere en Loza Corral en compañía de sus hijos y del Doctor Lázaro Langer. Es enterrado en el cementerio de Ischilín. En marzo, el Museo nacional de Bellas Artes inaugura una muestra homenaje. En julio, Federico Müller organiza en su galería una exposición póstuma de 320 obras. El Museo Nacional de Bellas Artes adquiere “Los Mantones de Manilla”, “La Mazamorra” y “Al solcito”. En noviembre, la comisión municipal de bellas Artes de Rosario inaugura la sala de Fader con 18 obras.
“Hacer arte aquí, para mi patria, para los míos, prescindiendo de mi persona que nada supone en este caso. Si algo queda en beneficio de mi país, esa será mi mayor recompensa”.