Por María Correa Luna de Mayer- A.A. Custodios de la Quinta “Los Ombúes”
Nieta de Horacio Beccar Varela – Una de las residentes de la Quinta.
Cuando era chica y viviendo en la Quinta Los Ombúes, me imaginaba a mi abuelo Horacio como un gigante que de noche se hacía un recorrido por la casa viendo que estuviera todo en orden. ¡Me lo imaginaba como un gigante porque lo era literalmente! ¡Medía dos metros! El Largo Beccar cómo le decían sus amigos.

Yo no llegué a conocer personalmente a mi Abuelo. El murió unos meses antes de que yo naciera. Pero es como si lo hubiera conocido. Se hablaba de él frecuentemente en las comidas y sobremesas y había mil cuentos y anécdotas de su vida que nuestra abuela María Cristina, mi madre Carmen y mi madrina Elena y hermana de Mamá que vivía con nosotros, se encargaban de contar entre risas o lágrimas, una y mil veces que para nosotras, mis cinco hermanas y yo, eran como si las escucháramos por primera vez! Cómo las gozábamos!
Con el correr de los años esa figura gigante se agigantó aún más para mí. Fui descubriendo, leyendo su testamento y legado, sus valores, su fe cristiana, sus grandes amores, su generosidad sin límites, su gran convencimiento por la educación y el trabajo. Y son esas frases de su legado a sus hijos que aún hoy suenan en mis oídos: “que quieran a su madre como lo pide el Evangelio”, “sean inflexibles en la rectitud de sus vidas; que sean laboriosos como yo lo he sido porque el trabajo es escudo contra todos los vicios y fuente de las más grandes dichas”. Y es precisamente por ese amor a la Patria y a la Educación y para honrar a su padre Cosme que dona la casa de su familia a la Municipalidad.

Y es por eso que hoy siendo madre de 11 hijos y abuela de 20 nietos se me agiganta cada día más esa figura enorme, enorme de corazón y valores y pienso en cómo me gustaría dejarle a los míos un poquito aunque sea de ese ejemplo que él fue y es para todos nosotros sus hijos y nietos y para todos los Sanisidrenses y por qué no para todos los argentinos.
Y es por eso también que formo parte de esta querida Asociación de Custodios de la Quinta, que con tanto amor y dedicación sus miembros trabajan, y qué bien lo hacen, para custodiar ese legado de Abuelo.
Poder transmitir desde ahí, es mi ilusión, si fuera posible, ese amor que él tenía: por Dios; su mujer, Panchita como el cariñosamente le decía a nuestra abuela María Cristina, por sus padres, por sus hijos y hermanos, por su San Isidro querido y por la Patria.