Por Fundación Teatro Argentino de La Plata.
El 18 de octubre de 1977 un voraz incendio destruyó al Teatro Argentino de La Plata. Cayó derrotado. Yo vivía enfrente; fue como asistir al naufragio de un navío viejo y querido. Estuvimos conmovidos.
Entre las cenizas permanecían suspendidos los sueños, las voces, los pasos sutiles, las lágrimas y las risas de incontables artistas que transitaron por el viejo Teatro a lo largo de casi un siglo.
Las estructuras del edificio estaban sostenidas por gruesas vigas de hierro. El calor persistente del fuego y el peso de los grandes bloques que cayeron sobre ellas las doblaron reiteradamente adquiriendo formas, ondulaciones y pliegues que el hombre sólo podría lograr con gran esfuerzo e imaginación.
Poco tiempo después se decidió la demolición total del edificio.
Cuando vi las retorcidas vigas de hierro tendidas en el piso comenzó mi diálogo con ellas. Y surgió el acuerdo. Ellas estimularon mi espíritu de invención y resolví crear una escultura no figurativa que retuviera entre sus mallas el alma del viejo Teatro. Trataría de eternizar un testimonio.
Y así logré una escultura que, con la base de cemento, pesa cinco toneladas y llega a una altura de casi seis metros. La llamé El alma del el viejo Teatro.
Cuando me acerco a mi escultura y la encuentro en soledad, descubro en ella algo de eterno. Yo que amo su sobriedad y sencillez, la acompaño en silencio.
Quizá algún día la escultura ingrese al nuevo Teatro Argentino. Ahí quedará para siempre, como testimonio de que el alma del viejo Teatro no ha muerto. Parecía un animal salvaje acosado por todos los flancos.
Rodolfo Consentino
Fundación Teatro Argentino de La Plata
“Promover todas las actividades que constituyeron principalmente las funciones que cumplió y desarrolló el Teatro Argentino de La Plata durante tres décadas anteriores a la desaparición física de su edificio, ocurrida en 1977, con el impulso de la actividad sobre la base de los cuerpos artísticos y técnicos del organismo oficial que con la misma denominación significa la continuación y la continuidad de aquél. La promoción del quehacer específico del Teatro Argentino, en los términos antes expresados, consistirá en apoyar económicamente y con medios idóneos que lo posibiliten, la realización de conciertos, espectáculos líricos y coreográficos, entre otras tantas actividades culturales”.
Así se presentó el artículo segundo del estatuto de la creación de la Fundación Teatro Argentino de La Plata, casi una década después que la trágica tarde de octubre de 1977 devastara el edificio de estilo renacentista que ocupaba un lugar preponderante en América, y que la prestigiosa trayectoria iniciada en 1890 con el Otello verdiano no se resignara a su desaparición.
La primavera de 1985 tuvo ímpetu, decisión y la necesidad impostergable de trabajar en una causa que gran parte de la sociedad platense tomó como propia: poner en pie la actividad y recuperar cuanto antes un escenario y el funcionamiento de un organismo de una historia tan valiosa como única. Allí surgió la Fundación, que dio sus primeros pasos con un panorama que reflejaba un Argentino con un rumbo no definido y que para las decisiones políticas no era prioridad.